El país ofició de “bastonero” en medio de las crecientes tensiones entre Estados Unidos, China y Europa. Macri destacó el rol de equilibrista, mientras negocia comercio y desembolsos a varias puntas.
“Hemos avanzado muchísimo a la luz de los ojos del mundo. A nosotros nos cuesta darnos cuenta”. Mauricio Macri resumió con ese puñado de conceptos el contraste que, a esta altura, caracteriza su mandato: las muy buenas relaciones con los líderes del mundo, a contramano de la recesión, la alta inflación, y tal como reconoció, la realidad de “argentinos a los que se le ha hecho difícil y la están remando”.
La conferencia de prensa del Presidente, minutos después de que el G20 difundiera el comunicado de “consensos disponibles”, tal como los definieron los ministros de Hacienda y Relaciones Exteriores, Nicolás Dujovne y Jorge Faurie, marcó ese contraste una y otra vez. Ante cada pregunta de la prensa local e internacional, Macri intentaba reflejar el apoyo de los líderes del mundo, los avances que realizó el país -en su visión- en materia de integración global y de correcciones económicas y los obstáculos con que se encuentra mientras transita “el camino correcto”.
La presencia de treinta y ocho líderes del mundo y sus comitivas convirtieron a Buenos Aires, ahora sí, en el ombligo del mundo, de un mundo al borde de la guerra comercial. Y Macri lo aprovechó. No solo para mostrar en terreno local ese apoyo global que reportan los enviados especiales que acompañan al Presidente en cada viaje a países y foros internacionales. Sino también para gestionar promesas de inversiones y mejor comercio. Promesas que, claro está, ahora deberán concretarse.
Para eso, Macri tuvo que jugar al equilibrista, en medio de tensiones y conflictos cada vez menos latentes y más palpables.
El primer reto ocurrió el viernes por la mañana, justo después de la reunión bilateral con Trump y de que la vocera de la Casa Blanca mencionara en un comunicado oficial el “compromiso compartido” para enfrentar “la actividad económica depredadora china”. Macri debió desmentirlo: “No hablamos en esos términos. La Argentina no ve la presencia de China como una amenaza, sino como una oportunidad de desarrollo”, replicó en conferencia de prensa.
“La Argentina ha demostrado que somos capaces de tener muy buenas relaciones con todos los países. Tenemos una excelente relación con Estados Unidos, que siempre ha sido el principal inversor, y tenemos una excelente relación con China”, dijo Macri.
En paralelo, el Gobierno debió mantenerse equidistante entre las diferentes visiones de Europa -alineada con China- y Estados Unidos en materia de comercio y cambio climático. El comunicado final del G20 refleja que la discusión sobre el cambio climático continúa empantanada en los términos de la reunión de hace un año, en Hamburgo: 19 miembros -la Argentina incluida- ratificaron el Acuerdo de París para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero Estados Unidos mantuvo su explícita renuncia.
Funcionarios argentinos relataron que, hasta último momento, se buscaba un consenso más difuso, sin mención alguna al Acuerdo de París. Pero el viernes temprano, China y Francia, en una conferencia conjunta, ratificaron su apoyo a esos compromisos. Imposibles borrarlos del comunicado. “El Acuerdo de París es irreversible”, se lee en el texto final.
Con el comercio pasó algo similar. Si bien la Argentina se pronunció a favor de mantener reglas multilaterales, debió ceder, con el resto de los países, en favor de la postura de Estados Unidos. El comunicado habla de “comercio justo” y acepta que existen “problemas actuales de comercio”, pero borra cualquier condena al proteccionismo. “Estados Unidos no aceptó ese encasillamiento, cuando es la economía más abierta del mundo. No acepta ese etiquetado”, dijo Macri.
Esos equilibrios frágiles, pero equilibrios al fin, le permitieron al Gobierno anunciar préstamos e inversiones chinas, estadounidenses y europeas, que caen como un maná en un contexto en el que, admitieron los propios funcionarios, disminuirán los desembolsos de inversores privados y el gasto público para obras.
La Corporación para la Inversión Privada en el Extranjero estadounidense (OPIC, por sus siglas en inglés), pondrá u$s813 millones para financiar obras de infraestructura y desarrollos energéticos en Vaca Muerta por u$s3000 millones. China -Xi se quedará este domingo en el país, en visita de Estado- comprometió inversiones por u$s1089 millones para el tren de cargas San Martín, financiará un tramo de las autopistas PPP y ampliará sus compras de aceites y porotos de soja. El Banco Europeo de Inversiones prestará u$s322 millones para obras de infraestructura. Y entidades francesas prestarán otros u$s364 millones para obras de vigilancia marítima, entre tantos otros anuncios efectuados luego de decenas de reuniones ministeriales que se sumaron a las 17 bilaterales que mantuvo Macri.
También hubo espacio para acuerdos de cooperación con Rusia en materia pesquera y para promesas de profundizar relaciones comerciales con otros países más incómodos en el terreno global: la Turquía de Recep Tayyip Erdogan -¿habrá habido bromas sobre el campeonato devaluatorio entre el peso y la lira turca en la bilateral?- y la Arabia Saudita del príncipe heredero Mohamed bin Salman, sobre quien pesa la grave acusación de haber estado detrás del asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
La muerte del periodista, ocurrida en Estambul el 2 de octubre, fue tema de conversación con Erdogan, dijo Macri. “Los dos coincidimos en que los organismos pertinentes deben llegar a la verdad”, sostuvo el Presidente argentino. No aclaró si habló de lo mismo con el príncipe saudita. “Lo hemos invitado a invertir en el país” y a profundizar el comercio bilateral, afirmó. El equilibrio también puede ser incómodo.
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