Condecorado por Su Graciosa Majestad Isabel II, el cantante afirma que no hay un público más fervoroso que el argentino.
Mick Jagger, líder de la legendaria banda The Rolling Stones, cumplió 76 años en julio. En abril lo operaron del corazón –le remplazaron una válvula- y pocas semanas más tarde, menos de dos meses, ya estaba de nuevo en acción arriba del escenario. Los médicos dijeron que nunca antes habían operado a un atleta de esa edad. No fue una cuestión de suerte. Hijo de un profesor de educación física, Jagger se entrena desde los 3 años y nunca dejó de hacerlo. Hasta el día de hoy va al gimnasio cinco o seis veces por semana, con un personal trainer noruego cuyos clientes incluyen atletas olímpicos y jugadores de fútbol.
Jagger y Keith Richards, el guitarrista de la banda, son amigos de la infancia. Eran vecinos y durante un tiempo compañeros de colegio. Más tarde, como a los quince o dieciséis años, se juntaban para escuchar discos. Amaban el rythm & blues, cantar y tocar la guitarra. Cuando el grupo finalmente se formó, era uno más entre tantas otras bandas de la época. Pero Jagger había visto a Elvis Presley y perdió toda inhibición arriba del escenario: saltaba, rodaba por el piso y veía el efecto que causaba en el público, mezcla de fascinación y escándalo. Las chicas deliraban, los chicos se entregaban a la intensidad rockera que la banda comenzaba a cultivar.
A cierta altura Jagger abandonó la London School of Economics: su padre estaba furioso. Pero ellos empezaron a componer. Su ídolo era Bob Dylan, un poeta, el dueño de las palabras. El tema «Satisfaction» fue el que marcó la diferencia y los llevó a la cumbre de la fama. Aunque la frase “I can’t get no satisfaction” (no consigo satisfacción) dice Jagger, en realidad le pertenece a una canción de Chuck Berry llamada 30 días.
En los años 60, como todos los demás, tuvo su tránsito por la psicodelia que le valió al grupo cierta fama satánica, aunque él insiste en que fue más un recurso periodístico que una verdadera adicción, al menos en su caso. Lo de Keith Richards fue diferente, pero esa es otra historia. Durante su relación con Marianne Faithful se dedicó a leer y educarse. Cree que su tema «Simpathy for the Devil» se inspiró en algún texto francés, pero en otro momento afirmó que fue después de haber leído la magnífica novela El Maestro y Margarita de Mijael Bulgakov, donde el Diablo aparece como un personaje encantador.
Jagger tuvo 6 esposas –no todas con papeles-, ocho hijos, seis nietos y un bisnieto, Ezra Key, de 4 años, la misma edad que su nieto menor, Ray. En su caso, el lujo es simbólico y también literal: tiene una generosa propiedad en la isla Mustique, sobre el Caribe, un pied-à-terre en Londres, otro en Hollywood y una suite en el Hotel Carlyle de Nueva York, sin contar el Château de Fourchette, en Touraine, Francia, un castillo del siglo XVIII, que había sido la residencia del Duque de Choiseul. Son más de 50 años de éxito: el lujo es inevitable.
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